13.6.12

retro-inspección: hubo una vez hace mucho tiempo


febrero



como un manto asumiría cómo es el gusto de estar, ser santo;
evitar la educación sentimental, en la que, puestos a elegir, debamos interpretar quién no vaya a herir de falta y diremos, no importa a quién, quedate, al menor movimiento, y será abrumador, igual que estar despierto, siendo las once o cualquier hora, sin luz sino para alargar el transe de pensar qué hay que hacer ahora, qué es bueno, qué bello, puesto que el tiempo es mío. evitar una persona siguiendo el ritmo de la responsabilidad teniendo como esparcimiento el interés en registrar un momento de esplendor de la duda.
hombres que pudieron escribir tratados en la necesidad ejemplar, recuerdan uno acerca de la familia, que circula sin nombre: enternecido el anónimo por lo niños, sofocado por su enfermedad, aborrecido por los suyos, es leído por doctos. dice: beatos los muertos, felices los que en casa materna y suelo patrio abandonaron la vida, desgraciados los que sufren afectos, esperan, se sorprenden, pacen, buscan en el bosque leño, y lecho que cobijen jóvenes manos. yo, que sólo pienso en dormir, que anhelo las horas de reposo como flameando, no lo comprendo y por desgracia, pudiendo sin embargo figurarme que, dentro de condiciones tales, no dormir sino arrojarme quisiera.
Beatos, digo, los animales del desierto, los del mar y los gatos, si bien sabemos sufren el desprecio, pues el animal no tiene límite para expresar su total entrega de amorosa compañía ni límites tiene para reclamar lo propio. Excepto tal vez los peces, que dejan caer como una cinta fina mientras recorren el agua. Peces que se adoptan al fondo que de visitar cualquiera de nosotros, queriendo emerger, moriría, preso el sistema de oxígeno y presión que el oxígeno ejerce entre los ojos y la nuca.

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